La fe en tiempos de cuarentena
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- 22 may 2020
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Las parroquias han tenido que recurrir a nuevos métodos para llevar las misas a los fieles.
Por Mario Ramírez Uriza
Hago una sesión en la plataforma de videollamadas “Zoom”, de pronto, recibo una solicitud de acceso con el nombre de Ricardo Vidal, la acepto y enseguida veo dentro del recuadro de su cámara, a un hombre de tez morena y cabello negro. Por su aspecto calculo que no tiene más de 30 años, usa un par de lentes y lleva puesta una camisa gris con un alzacuello blanco. Noto que detrás de él hay un cuadro de la Virgen de Guadalupe.
Iniciaba la Semana Santa, yo no lo sabía, pero estaba oficiando mi última misa presencial, me encontraba al frente del altar leyendo el Santo Evangelio según san Mateo, es curioso que la lectura de aquel día hablara de san José y de cómo recibió al arcángel Miguel, quien le pedía acoger a María, pues la criatura en su vientre era del Espíritu Santo; así María y José iniciaron un periodo de espera hasta el nacimiento de Jesús, pues al igual que los padres de nuestro salvador, haríamos lo mismo y todos entraríamos en una cuaresma prolongada.
Al principio de la cuarentena, algunas personas se resistían al cambio y se las arreglaban para venir, ya que cuando cerrábamos las puertas principales del templo, se metían por las otras entradas. En una ocasión, caminaba en dirección al templo y me encontré a un señor de la tercera edad y a una mujer madura sentados en las bancas.
—Buenas tardes, les recordamos que ya no habrá misas presenciales —les dije sin ser grosero.
—No, por favor, las misas no padre —me dice la señora.
—No nos quiten los sacramentos —agrega el señor.
—También me duele a mí, ¡Qué más quisiera que poder celebrarles! Pero es por nuestra salud.
— ¡Ustedes son cobardes y faltos de fe! deberían inyectar en nosotros ese ejemplo de que pese a esto no cierran —el señor se levantó de su asiento, caminó hacia la salida y se persignó antes de salir.
—Pero no hemos dejado de dar misas, les hemos dicho que nos sigan en las redes, las transmitimos por internet —les respondo.
—No es lo mismo padre —dijo la mujer.
—Yo sé que no, jamás será lo mismo una misa presencial que una a través de la pantalla. Dice el filósofo Hegel: “somos hijos de nuestro tiempo” y este es el que nos tocó, la época de las redes, debemos adaptarnos —le explico intentando hacerla entender, pero sé que no cambiaré su forma de ver las cosas.
Esta no era la primera vez que recibía comentarios negativos, debo admitir que las primeras veces me frustré, me llené de ira. [Su voz se acelera.] Se les decía: “no hay misas excepto transmitidas”. Pero no paraban de venir, me desesperaba la gente necia, personas tercas que no entendían que debían quedarse en sus casas. [Suspira.] Sin embargo, tras varios días con esta molestia, decidí orar y comprendí que ellos no venían a verme a mí, esas personas venían a ver al señor y en lugar de recriminárselos, debería agradecérselos, pues fe es lo que más se necesita en estos tiempos. Ahora sólo trato de hacerlos entender de la manera más amable posible.
No podría decir que toda la comunidad se ha comportado así, pues gracias a su ayuda la parroquia de la Santa Cruz de Jerusalén se ha mantenido en pie. El otro día estaba en mi oficina preparando el material para la misa de la tarde y me interrumpió el sacristán.
—Padre Ricardo, lo buscan en la puerta.
Salgo a la explanada y veo a la distancia a una señora tras los barrotes de la puerta, llevaba puesto un cubrebocas y en sus manos cargaba dos bolsas grandes. Me acerqué a ella usando mi tapabocas y una careta de plástico.
—Padre, les traemos papel de baño, un kilo de jitomate y dos de limones —me dice la humilde señora.
—Muchas gracias, no se hubiera molestado —le dije.
—No hay nada que agradecer Padre. Vuelvo a pasar la próxima semana.
Tomé las bolsas y le di una bendición. [Hace la señal de la cruz con su mano derecha.]
Esta es gente de buena voluntad y de buen corazón que no ha parado de ayudarnos y nosotros no pedimos absolutamente nada, no cabe duda que las palabras de nuestro señor se cumplen: “Dios provee”. No nos hemos quedado sin alimentos y aunque los ingresos se han reducido drásticamente, aún nos llega algo para poder subsistir.
Enseguida comprendí, que así como han sido buenos con nosotros, también debemos ser buenos con aquellos que necesitan de Dios. Cuando el santísimo está expuesto, me doy una vuelta y hago una oración personal, a veces cruzo palabras con algún fiel que haya venido a visitarlo, son pocos los que vienen y sólo se le permite el acceso a quienes traigan una careta y un tapabocas.
— ¿Cómo está padre? —me dijo un joven.
—Bien hijo mío, ¿qué tal tú? —le respondo con la intención de poder ayudarlo.
Muchas veces los saludos no pasan de algunas palabras, pero en esta ocasión fue una charla acompañada de una confesión, con la debida distancia.
—Muy mal padre —en ese momento el joven se puso a llorar.
—Soy albañil y me acaban de correr de la chamba, me dieron la liquidación y mi esposa acaba de tener el bebé, con esto vuelvo a ver la oscuridad, no sé qué hacer —su voz quebrada hacía difícil entender algunas palabras.
Estos casos me parten el corazón, siempre intento apoyarlos y escucharlos, los incito a orar y a no perder la fe ante la adversidad. Pero eso no basta, esta situación nos ha puesto a prueba, ya que desde el principio se optó por tener presencia en internet. El sacristán y yo creamos una cuenta de “Facebook” la cual ligamos a una antigua página de la parroquia, todo eso lo hicimos ocho días antes de la misa de ramos. No entendíamos nada de redes, nos adentramos en lo desconocido, pero echando a perder se aprende; primero transmitir las misas, luego intentar posicionar la página para aparecer en las primeras búsquedas. Por suerte mi hermana es Community Managery y nos dio muchos consejos; al principio nos desesperábamos, pero ella nos decía que la siguiéramos alimentado, que la promocionáramos subiendo más contenido para generar tráfico, y así lo hicimos, pues ahora es de las primeras que despliega.
Transmitimos misas todos los días a las 6:30 pm, los sábados también hay misa a las 8:30 am y los domingos hay una misa a las 7:30 pm. Diariamente se sube el evangelio con una imagen alusiva y se postea una foto del santísimo expuesto. El seminarista y yo tomamos frases bíblicas y más tarde la subimos también. Otra sección es “¿Qué nos dice el papa hoy?”, después subimos el “¿Sabías qué?”, esta sección habla de alguna catequesis dogmática, litúrgica, doctrinal, etc. Por último, en la noche se sube una foto del santo de ese día o de alguno del que se desconozca, con una imagen de la parroquia.
Es triste ver que muchas parroquias cierren sus puertas en la Ciudad de México, varias cercanas a nosotros en el municipio Benito Juarez han cerrado totalmente, pero nosotros no. Por eso el párroco y yo no dejamos de prepararnos; personalmente puedo decir que estoy en constante introspección y meditación, para estar mejor preparado al dar las homilías de las misas y para una serie de capsulas que subo en mi perfil de “Facebook”.
¿Cómo son las misas? Las ceremonias siguen siendo las mismas, no han cambiado, simplemente son transmitidas por la red. Cuando me toca celebrar misa en la mañana, me pongo el alba, la sotana blanca, la estola, me revisto con el resto del ornamento, reviso que los textos de la homilía sean los correctos, antes de partir al templo, oro y me pongo en manos del señor. A veces hay problemas de conexión y el sacristán me da indicaciones: “padre espérese tantito, está fallando esto, voy a conectarme de esta forma”, yo simplemente espero. Al finalizar la celebración le agradezco a Dios por permitirme oficiar la misa, por haberme dado la sabiduría y la inteligencia para lograrlo.
¿Hay algo que me motiva a seguir? De hecho, si lo hay, la homilía pascual del padre Cantalamessa, el predicador oficial del Vaticano, al final me gustó tanto que la reescribí y la subí a mis redes, dice: “Pronto, muy pronto volveremos a abrazarnos, volveremos a besarnos y verdaderamente sentiremos que ha resucitado Dios, que ha resucitado Cristo, pero que también nosotros de esto podremos resucitar, no es posible que la humanidad siga viviendo como lo ha venido haciendo, necesitamos reinventarnos”. Y yo tengo esta esperanza en mi corazón, en que las cosas realmente cambien, ya que no podemos seguir haciendo las cosas, como las veníamos haciendo.

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